jueves, 21 de enero de 1999

AIRE

Me encuentro pensativo.
Como en estado de shock.
La lluvia moja mi cara
y las gotas resbalan por mi nariz.
Nariz por la que circula el aire.
Ese aire que simplemente es
oxígeno, nitrógeno y argón.
Ese aire que nunca muere,
que se renueva infinitamente.
Ese aire que es fuente de vida.
Ese aire que nos permite respirar,
sentir, vivir, amar, llorar, sufrir, gozar.
Ese aire responsable de esta lluvia
que ahora siento sobre mi alma.
Que la limpia y la renueva.
Ese aire.
Ese aire que hace posible que ahora
yo esté aquí pensando
en lo afortunado que soy
por sentirlo en mis pulmones.

sábado, 9 de enero de 1999

MI FOLIO EN BLANCO

Amigo folio, tú siempre estás ahí.
Esperando a ser usado, rellenado.
Esperando dejar de ser un folio en blanco.
Deseando ser un importante documento.
Deseando ser un cartel precioso.
Deseando ser un fantástico dibujo.
Amigo folio, tú que siempre estás ahí,
como el amigo fiel que no te deja.
Estás sin estarlo.
No hablas pero invitas a ser rellanado.
Invitas a ser más de lo que eres.
Invitas a que mis emociones, sentimientos,
penas, alegrías, comentarios y tonterías...
sean plasmadas en ti para siempre.
Pero, amigo folio,
de lo que tú no te das cuenta
es de lo mucho que significas para mí.
Tú eres, mi folio en blanco.

lunes, 18 de marzo de 1996

DIAMANTE ROTO

Segundo premio en el Concurso de Relatos por su consistencia narrativa, bien expresados sentimientos y su plasticidad. Buen manejo del tiempo y buen final.
Acabo de recordar todo lo que pasó. No sé donde estoy ni porque me siento así, como bajo un profundo y denso mar de sensaciones. Sólo estoy recordando lo que pasó y da la impresión de estar muy lejano... el motivo lo diré sólo después de disculparme con todos aquellos a los que dejé y que espero que me echen de menos.
A mi familia no la culpo de nada... Quizás ellos no me apoyaron lo suficiente, no me conocieron en realidad... ¡Para qué engañarnos! Estaba tan obsesionado con mi libertad y mi independencia que me encerré yo mismo en una jaula en la que no dejé entrar a nadie. Me intentaron ayudar, es cierto, pero a su manera, que no fue demasiado eficaz: psicólogos, presiones, castigos y recompensas, excesos de cariño... Aunque esto último suena algo raro es la pura verdad. Su cariño no hacía más que ponerme en continuos compromisos emocional, es por así llamarlos. Me pedían que eligiese entre su cariño o mi libertad, su protección o mi independencia, su ingenuidad o mis ansias de madurar. No quise darles más oportunidades... No se las supieron ganar; pero en el fondo lo siento, no quería herirles, pero mi rencor fue más fuerte.
A mis amigos realmente no sé que puedo decirles. Ahora estoy tan confundido que va a dar la impresión de que no supe valorar la verdadera amistad. Esa amistada que se ofrece desinteresadamente y de todo corazón. Mis palabras de despedida en aquella breve carta que os dejé, no creo que sirvieran de consuelo o de ayuda, pero al menos, no os quedasteis en la confusión de un porqué o un sentimiento de culpa. Simplemente os quiero pedir perdón aunque sea tarde. No sé siquiera si me merecía vuestro apoyo... Tantas risas y tantas lágrimas, ¿para qué? ¿Para que dos simples cortes acabasen con todo? Lo que hice no fue justo para vosotros, seguro que os he decepcionado, pero sabéis que yo no servía para contentar a nadie. Ni siquiera a mí mismo.
Vosotros, los que me conocisteis de verdad, pensabais que yo era fuerte, y jamás cesé de repetiros que eso era lo que aparentara ser, que plantaba cara a mis problemas, pero ellos eran más fuertes que yo. Os ayudé en todo lo que pude, e intentasteis devolverme el favor, pero fue demasiado tarde... para vosotros y para mí. No me di cuenta de mi estado hasta que no llegó a un extremo al que me aferré por mi propia locura, que se desató cuando el amor vino a visitarme.
Fue algo fugar, rápido... "teóricamente" sincero y mutuo. Y me llevó a la perdición. Aún aquí recuerdo la primera vez que rocé sus labios, aquellas ansiosas miradas que lo decían todo, aquella confianza mutua, esa ternura fundida en pasión... cuando quise parar ya no pude.
Entonces llegó la verdadera confusión. Todo seguía a distancia pero sin seguir. Todo era precioso aún sin su presencia. Yo giraba alrededor de él y fue entonces cuando llegó el problema: jugó conmigo y con él mismo a la vez. Primero decía "te quiero" y luego cayaba ignorándome. Quise ignorarle pero me tenía en sus redes y no pude soportar la presión. Llegué a odiarle y a la vez, me odié a mí mismo por querer depender de él, de su antiguo e imaginario amor.
Quise cambiar radicalmente y vinieron los problemas. No existía equilibrio alguno entre mis pensamientos. Mis padres no podían ayudarme, mis amigos se sintieron incapaces de hacer nada: sus opiniones, a cual distinta, solo conseguían frustrarme aún más. Durante todo un mes estuve maldiciendo mi vida. Llorando y lamentándome en silencio. Pasé eternas horas escuchando música en mi cuarto sin más luz que la de una vela.
Una tarde me quedé solo. Tras haber escrito varias cartas, sumergido en mi rabia y en mi desesperación, comencé a desear mi propio fin. Abrí el cajón y allí encontré el abrecartas que días antes me había servido para hacer una inscripción en el mismo cajón: Love is suicide. Caminé descalzo sobre el frío suelo de mi habitación, sin rumbo fijo. Encendí otra vela y la coloqué ante mí. Sostuve la afilada hoja con mi mano derecha y no me lo pensé dos veces: de un rápido y enérgico corte rasgué mi muñeca izquierda, e hizo que mis oídos zumbaron con el chirriar de la hoja al deslizarla violentamente sobre mis huesos. Repetir la operación fue algo más difícil, el dolor empezó a abrirse paso a través del corte. El segundo no fue tan profundo como el inicial, pero provocó el mismo efecto: goteo.
Miré con extraña curiosidad como brotaba la sangre, como se deslizaba por las curvas de mis dedos y caía sobre su última carta. No sé porqué una profunda carcajada brotó de mi garganta, dando paso luego a un leve suspiro y a dos grandes lágrimas que desembocaron en el suelo sobre el cada vez mayor charco de sangre. Le había visto como mi salvación, mi compañera, mi amiga y mi amante.
Al darme cuenta de que su carta estaba empapada de sangre, me levanté a limpiarla. Fue dando ligeros tumbos, dejando dos leves hileras de goteo a mi paso. Entonces comencé a recordar, mientras clavaba mis pupilas en la vela, cada segundo junto a él, cada consejo de mis amigos, cada bronca con mis padres...
Todo me daba vueltas. Cogí su foto y al mirarla, poco a poco mi visión se fue enturbiando. Todo concluyó en el último pesado latido, y creo que me desmayé.
Tengo un vago recuerdo de haber visto todo desde fuera de mi cuerpo: mi madre llamándome a través de la puerta, su expresión de infinito dolor al encontrarme muerto dentro de un charco de sangre que casi me envolvía; las lágrimas de los que me rodearon, la frustración reflejada en las caras de los que recibirían mis cartas... los ojos del culpable hundidos en un mar de tristeza al conocer el "qué" y el "porqué".
Entonces no recuerdo nada más. Aparecí aquí, sin saber dónde estoy ni porque me siento así, como bajo un profundo y denso mar de sensaciones. Sin saber a quién estoy escribiendo ahora. Sin saber si estoy libre o preso, solo o con compañía, triste o feliz... Simplemente pienso en cómo se puede llegar a amar a una persona con un amor tan fuerte e irrompible como el diamante. Y como sólo esa persona puede romperlo.
Jamás debí hacer nada de aquello. Lo siento.

jueves, 18 de febrero de 1993

LA SEÑORITA MILULÚ

Era un día triste, lluvioso... de esos días en los que todo sale mal. ¡Ah, bueno! voy a presentarme, soy Javier y tengo 10 años y soy el niño más desgraciado del mundo. ¿Qué por qué lo soy? Porque en el colegio todos se burlan de mí porque soy hijo único y estoy muy mimado. Yo no digo que no lo esté, pues me regalan tantos regalos que no puedo quejarme... El año pasado, como a mis padres les tocó la lotería, se lo gastaron en comprarme juguetes. Y tantos había, que tuvieron que comprarme otra habitación para guardarlos. ¡Bueno, no me enrollo más! Os voy a contar lo que me pasó y como mi vida cambió.
Un día en el que yo paseaba por el zoo viendo los animales, de repente, vi como una niña de 7 años estaba al lado de un león ¡hablando con él! Y el león parecía como arrepentido de lo que ella le decía. Entonces fue cuando me vio y me dio un gran susto. Miró hacia mí y me dijo: - ¡¡¡Buaaaaaaah!! - y yo me desmayé.
Al despertarme me encontré en una gran nave de cristal, como un ovni o algo así... Yo estaba tumbado en una agradable colcha celeste muy cómoda. Entonces vi que alguien se acercaba hacia mí. ¡Era ella, la niña del zoo! Llevaba un traje blanco y amarillo precioso. Me dijo: - ¿Qué te pasó? ¿Es que nunca has visto a un hada? - Yo seguía con la boca abierta clavando mis ojos a aquella bella dama.
Hasta que de nuevo me dio otro susto, pero esta vez con menor intensidad. Yo, del susto, di un gran salto y me choqué contra el techo. Ella me preguntó que si yo era peligroso (para sacarme de su casa, no fuera a ser que me la cargara). Y yo lo dije que si no sería al revés (que fuera ella la peligrosa). Entonces, nos tiramos al suelo muertos de risa y a la hora y media cuando teníamos ya agujetas de la risa, decimos no reírnos más. Nos presentamos y nos hicimos inseparables. Ella era de menos de un metro de alto, rubia, guapísima, llevaba el mismo traje siempre (como he dicho antes), con chapines amarillos, un gorro con la punta caída a juego con su vestido y una extraña varita que acababa en una especia de caracol.
Milulú
Os contaré los incidentes más divertidos que nos pasaron en el mes de Abril, creo que era. Me llevó a conocer en su nave de cristal la Antártida ya que yo nunca había estado y quería ir. Vimos dos osos polares peleándose y bajamos. Milulú (pues así se llamaba) y yo fuimos a ver qué es lo que pasaba.
- ¡Por todas las estrellas del Universo! - dijo ella. Eran dos osos polares enormes que discutían por quién iba a comerse una foca que estaba enferma y moribunda. Entonces ordenó silencio y éstos obedecieron de inmediato. Era increíble lo rápido y sencillo que esta chica arreglaba las cosas. Primero dio permiso a los animales para que pudieran hablar. Allí fue cuando descubrí que todo ser vivo tiene la capacidad de hablar si algún ser benevolente se lo ordena. El problema lo solucionó de la siguiente manera: con su extraña varita mágica sacó dos peces del agua, y le dio uno a cada uno, después sanó a la foca y les dijo a los osos que se alimentaran del pescado.
¡Nos fuimos rumbo a otra aventura! Se nos ocurrieron muchas más cosas como darle vida a las pieles de los animales muertos pero pensamos que sería peligroso porque la gente se asustaría mucho y habría mucho miedo en las ciudades. Y quizás los animales quisieran vengarse de la misma manera... En otra ocasión liberamos a los animales del zoo de Nueva York y éste se desplomó durante un día. O como cuando fuimos a la Expo 92 al Pabellón de los Descubrimientos porque contenía un libro sobre un hada mala que la ridiculizaba... Aunque prometo que eso no lo hizo con mala intención, de verdad. Fue un accidente provocado por un relámpago gigante. Ahí se le fue la mano, lo admito. Aquel fue un viaje gratis como de costumbre. Cuando íbamos en su nave espacial no teníamos que pagar en las aduanas. Las personas se quedaban con la boca abierta cuando nos veían pasar. Ella se las cerraba con su varita y simplemente pasábamos.
En el pabellón de Mónaco había un acuario. Entonces cuando intentó sacar las pirañas, vio que los peces no querían irse al estar contentas comiéndose al resto de los demás peces. Así que las dejó en su sitio. ¡Menos mal!
Las mayoría de nuestras aventuras ocurrió en verano, aunque a veces, ella paraba el tiempo para que pudiera saltarme las clases. Yo odiaba a los profesores y ella cada día hacía que me mandasen menos tarea. La verdad es que era una amiga guay. Desde que ella me acompañaba todos me llamaban colega o Javi a secas y es que ¡yo era la atracción del colegio!
Otra de nuestras aventuras fue que Milulú se convirtió en profesora por una semana. Esa también fue muy divertida. El primer día fue inesperado para mí, pues no me había dicho nada. Me nombró delegado de la clase, al tener yo enchufe y ser su preferido. Esa semana fue la semana más divertida de mi vida, pues nos hacía estudiar las cosas cantándolas. Por lo que ese trimestre toda mi clase aprobó todas las asignaturas con sobresaliente.
Bueno, creo oir que me llama Milulú. Creo que está intentando crear una fórmula para convertir a gente mala en pulgas. ¡Parece interesante! Así que me tengo que ir a ayudarle.
Para terminar, os diré que mi vida siguió bien. Conseguí sacarme la carrera de veterinaria y los dos nos casamos aunque ella tenía 200 años más que yo. Y así formamos la A.H.B.M. (Asociación de Habas Buenas del Mundo). Le ayudé a conseguir que no destruyera el mundo con su locura, y cuando hacía falta a arreglarlo.

martes, 8 de diciembre de 1992

HISTORIAS ni muy largas, ni muy cortas, sino INVENTADAS

Nota: Algunas partes han sido suprimidas por su escasa relevancia con la historia***
LA HISTORIA DE ADOLFO
Adolfo era huérfano de padre y madre. También era un niño de 11 años y muy original e imaginativo. Vivía en Madanevar, en la provincia de Nevliza. Un día, Adolfo fue a buscar a Dellíngh, en nuestro idioma, Deybisy. Que es un avirgy (un rinoceronte con alas de halcón, cola de pez y dos aletas de delfín laterales, dos patas delanteras de jirafa y las dos traseras de caballo). Le encontró comiendo unas piedras, que es su alimento. Le dijo: - ¿por qué no estás conmigo? - Deybisy le contentó que era porque él no le permitía comer granito. Lo que Deybisy consideraba un manjar.
De repente vieron una roca brillante detrás de Deybisy. Brillaba muchísimo. Cuando entonces... ¡se fastidió! Deybisy no pudo reprimirse y se la tragó de un bocado. ¿Qué clase de piedra sería? - ¡Mira Adolfo, brillo, brillo! - gritó Deybisy entusiasmado... Entonces dejó de brillar. Adolfo preocupado dijo que tenían que ir a casa rápidamente. Se decía para sí mismo que ojalá no fuera ningún mineral extraño o tóxico... Deybisy iba arrrastrando su pequeña barriguilla lo más rápido que podía, que no era mucho ya que era un avirgy. Llegaron a la cabaña y llamaron rapidamente al Doctor Aurelio. - ¡Hola!, ¿está del doctor Aurelio?- preguntó Adolfo exaltado a la enfermera. - Sí, dígame quien le llama le respondió Anacleta - Ya contestó el doctor y Adolfo le contó casi sin aliento de carrerilla que Deybisy se había tragado una piedra que brillaba muy extraña. - Ahora mismo voy para allá con los rayos intracuerpales- le contestó Aurelio.
Cuando llegó a la cabaña, Aurelio vio como la panza de Deybisy tenía la panza llena y estaba echado sobre una mesa algo debilitado. - ¿Qué ha tomado? Tiene la tripa totalmente hichada...- preguntó el doctor. - ¿Se curará doctor? - dijo Alfredo muy inquieto. El médico le instó a que fuera paciente para ver qué decía la máquina. - ¡Dios mío! ¡lo que se ha comido es un pedazo de estrella Fullar! - (La estrella Fullar pasaba dos días cada en cada siglo. Y se mantenía posada como hinotizada en lo alto de una torre: Masaltadelmundar). - ¿Y qué significa? ¿qué efectos tienes? - le gritó Alfredo. Parecía ser que cualquiera que tuviera contacto con dicha estrella caía en un profundo sueño. Debían llevar el trozo desprendido a la estrella antes de 24 horas. - ¿Y qué podemos hacer? - inquirió Alfredo desolado. - No lo sé. Tenemos que averiguar como ha caído un trozo de la estrella... - dijo Aurelio. Cuando se dieron cuenta, Deybisy ya se había dormido profundamente.
En seguida ambos se pusieron en marcha. Eran las 12 de mañana. Tenían 24 horas. No había tiempo que perder. Salieron de la cabaña en dirección a Masaltadelmundar y llegaron a un bosque bastante espeso que estaba repleto de animales peligrosos. Primero les atacó un águila. Por suerte Aurelio tenía en su botiquín de emergencia un bisturí con el que se defendieron. Después les atacó un oso y Adolfo le lanzó alcohol etílico de 90º del botiquín. Éste se fue corriendo al lago para aliviar el escozor de sus ojos a todo correr. Pero poco después volvió para vengarse con un ejército de sus amigas las abejas. ¿Qué harían ahora? Adolfo usó su brillante ingenio, y como se encontró una piedra en el suelo que no pesaba mucho, se la escondió tras la espalda. Entonces las abejas atacaron de frente. - Aurelio, ¡escóndete detrás de mí! - le gristó. Cuando las abejas estaban a punto de atacar a Adolfo, éste sacó la piedra y ¡rás! torció todos los aguijones preparados para el ataque. El oso, creyendo que eran dioses, salió corriendo despavorido.
Luego, entre una humareda que apareció de la nada, surgió un brujo al dispersarse. Se llamaba Nevaglavar, y les informó de lo que necesitaban saber. - ¿Tú sabes qué es lo que ha pasado con Fullar? - le preguntaron al unísono Adolfo algo temeroso y el doctor. - Resulta que tengo un hermano, que no es como yo. Ha capturado a la estrella y la quiere usar para sus planes maléficos - les contestó - Su plan es crear con ella nube mágica que eleve su castillo, inunde el mundo y provoque mi muerte. Una vez hecho ésto, resucitará a los muertos y les hará sus exclavos... -Entonces, ¿todo moriremos? - preguntó aterrorizado Aurelio. - Por desgracia sí, a menos que alguien haga algo... - le contestó Nevaglavar resignado... - Yo no puedo ni si quiera acercarme o moriría desintegrado. Ha intensificado la energía de Fullar, lo que es mortal para los magos - continuó explicando. - Pero vosotros sí que podéis. Os voy a dar dos amuletos que os ayudarán. Son dos estatuillas mágicas. Deberéis decir <> y lo harán - De repente, Nevaglavar desapareció dejando en su lugar una carroza con dos caballos grises. En sus manos tenían cada uno la estatuilla mencionada.
Ya era de noche cuando llegaron al castillo de Saengirs. Aurelio se había quedado dormido, así que Adolfo se llevó consigo las dos estatuillas y entró silenciosamente en la guarida del malvado mago. Increiblemente estaba abierto el gran portón. Entonces le atacaron como 600 o 800 guardias. ¿O eran menos? Sí, eran 14, ya recuerdo. Recordó que llevaba las estatuas y usó la primera: - Estatua, ayúdame: quiero que no haya ningún guardia en el castillo. - Y así se hizo. Estos desaparecieron de repente a la vez que la estatuilla que agarraba entre sus dedos. Simplemente se desvaneció.
En la lejanía oyó una voz atronadora ronca como la noche: - Ja ja ja, te esperaba - se oyó. De repente, Adolfo notó como su cuerpo no le respondía y se elevaba por arte de magia. Sin saber como, se vio en una celda encerrado. - ¡Sal cobarde! - gritó con rabia Adolfo. Entonces apareció Saengirs muy satisfecho y le dijo que estando él apresado nadie podría ayudarle ya que Aurelio estaba bajo un hechizo de sueño. Adolfo pensó que tan sólo le quedaba una estatuilla y no era suficiente. ¿Qué podía hacer? Se le ocurrio una idea brillante: - Estatua, ayúdame: Haz que aparezcan en mi bolsillo dos estatuillas idénticas a ti. - Y así fue. Notó como estaba algo más abultado el bolsillo que antes tocaba con su mano mientras pedía el deseo. Era su única baza, el factor sorpresa. Quedaba poco tiempo. Debía de darse prisa. Así que formuló sus dos últimos deseos: - Estatua, ayúdame: quiero ser mucho más poderoso que Saengirs. Estatua ayúdame: quiero estar fuera de esta celda. - gritó. Deseos cumplidos.
Estiró su brazo y de él surgieron una serie de relámpagos que abrasaron a Saengirs que fue convertido en polvo mientras se retorcía de dolor gritando. Al momento, apareció Fullar sonriendo de una celda contigua a la suya. Adolfo le narró todo lo acontecido y Fullar llevó en su cola a Adolfo velozmente a la cabaña donde se encontraba Deybisy. Fullar atravesó su cuerpo y recuperó el trozo que había sido engullido por el extraño animal. Cuando el reloj daba las doce Fullar se despedía de Adolfo. Cuando Deybisy despertó y preguntó que había pasado, Adolfo se limitó a contestar que era muy largo de contar mientras reía aliviado y contento a la vez. Apareció Aurelio que había llegado en el carro al ver que quebaba poco tiempo y les miró a los dos feliz por ver que estaban bien.
Adolfo se quedó un mes dormido de lo agotado que estaba por el esfuerzo. Cuando despertó no había resto de sus poderes. Aunque no le importó porque Deybisy estaba bien y era lo único que le importaba.
FIN
LA SIRENITA CLARA
Érase una vez una sirenita llamada Clara. Era hija de Neptuno el Rey del Mar. Estaba enamorada de un joven sireno muy guapo... El problema era que su padre, Neptuno, no le dejaba casarse porque él no era un príncipe.
Un día Neptuno tuvo que marcharse de viaje para ver a un amigo de su infancia. Éste le dijo a su hija: - Clarita, tengo que irme de viaje. Te quedas de responsable del reino entero - Acto seguido ordenó que le prepararan su carruaje real compuesto por una caracola gigante tirada por cuatro bellos caballitos de mar.
Al marcharse, Clara acudió a ver al joven que amaba y le dijo: - Mariano, mi padre se ha ido durante un tiempo, quiere estar con un amigo. Así que podremos vernos más a menudo- Le propuso que fueran a jugar al dominó que de caracolas de mar. Consistía primero en colocar el primero éstas colocand un cuadrado y después un círculo. Se marchó presta a sus aposentos y se puso muy arreglada. De repente oyó: - ¡¡¡¡Catacráck!!!! - y cayó al suelo rodando. Se levantó con muchas dificultades y miró por la ventana. - ¡Por las barbas de mi padre!- gritó. Veía a unas enormes ballenas azules atacando su reino. Nadó rapidamente sobre las escaleras hacia abajo y al salir de la torre vio como se llevaban como exclavos a sus servidores y también a Mariano. Al ver la dantesca imagen se desmayó.
El resto de la guardia no apresada, llegó y le llevó a sus aposentos. Al despertar se vio rodeada de sus doncellas que le preguntaron si ya estaba mejor. Ella asintió y quedó cayada esperando la explicación de lo que había sucedido. - Han sido las ballenas que nos han atacado vilmente. Se han llevado a casi todos nuestros siervos y su novio - Entonces ordenó a la guardia restante que se presentara fuera para ir a salvar a las sirenas y sirenos que se habían llevado las ballenas.
Una vez fuera se dirigió a los soldados y les dijo: - Vamos a ir a rescatar a los habitantes del reino que esas odiosas ballenas han capturado. Vosotros id a salvad a los habitantes que yo iré a salvar a Mariano mi amado -
Llegaron a la puerta del palacio de las ballenas. Y los guardias, con sus arpones, la abrieron. Entraron y vieron a sus enemigas preparando el banquete para cocinar a sus prisioneros. - Vosotros matad a las ballenas y llevad a los sirenos al reino - ordenó la sirenita. Se fue rapidamente nadando hacia las madmorras. Pero Mariano no se encontraba allí. Clara se echó a llorar y gimió: - ¡Ojalá estuviera aquí mi padre! -
Salió del palacio y vio a lo lejos a Mariano. Era llevado atado por las ballenas en sus lomos. Intentó nadar más rápido pero no consiguió alcanzarles. Se dirigió a los soldados que ya iban de camino con los rescatados de vuelta a su reino y volvió con ellos.
Al día siguiente, pidió una escolta para ir a buscar a su amado. Cogió su carruaje favorito tirado por cuatro bellos delfines. Llegaron a la oscura y tenebrosa cueva hacia la que le habían informado se lo habían llevado. Bajó del carruaje y le dijo a los soldados que quedaran haciendo guardia; que ella volvería, e insistió en ir sola cuando un soldado le pedía: - Pero Alteza, ¿cómo vamos a dejar que os adentréis sola en esa cueva tan peligrosa? Vuestro padre no nos lo toleraría... -
- No insistáis, quedaos aquí que volveré pronto - les reprendió Clara. Pasados unos minutos, la princesa ya estaba dentro de la cueva. Y vio un poco de luz a lo lejos. La princesa pensó en volver atrás, pero con solo recordar a Mariano sintió las suficientes fuerzas para seguir adelante. Llegó a la Fuente de esa luz. Era un pez lámpara que estaba preso en una pequeña jaula y allí estaba apuntándole una ballena con un pez sierra y detrás pudo reconocer a su novio sin conocimiento. La ballena le dijo: - Si quieres rescatarle, antes debes vértelas conmigo - Clara empezó a golpear con su cola a la ballena y ésta la atemorizó con sus feroces dientes. La ballena intentó morder a Mariano, pero Clara, aprovechando que la ballena estaba de espaldas le pegó un coletazo y esta perdió el conocimiento.
Al poco rato el cetáceo se despertó sin saber dónde estaba ni quien era. La sirena ya había desatado a Mariano. Ya se iban cuando la ballena les preguntó: - ¿Quién soy? - Clara le respondió orgullosa: - Eres un siervo de Neptuno y trabajas como barrendero del reino limpiando todas sus calles -
- Bueno, pues entonces me voy con vosotros que no recuerdo como se llega... - dijo la ballena.
- Cuenta hasta cien despacio y luego te vas para palacio - le dijo Mariano. La ballena asintió.
Al salir de la cueva, vieron a los soldados firmes y justamente en el sitio donde Clara dijo que se quedaran. Llegaron a palacio y allí estaba ya su padre que había regresado. Neptuno les dijo: -¿Qué hace uno de mis siervos contigo? - Mariano respondió: - Clara me ha salvado la vida - Entonces Neptuno preguntó sorprendido comentando que se supone debía de ser al revés. Pero comentó que se alegraba porque estaba muy orgulloso de su hija por todo lo acontecido. Tanto que dijo le concedería el deseo que ella quisiera.
Clara, sin dudarlo ni un instante dijo: -¡Casarme con Mariano! -
- Pero él no es digno de ti. No tiene sangre real - le reprochó Neptuno.
- Majestad, yo creía que vos lo sabíais. Soy el hijo del Rey Oñaco, del Mar Mediterráneo. - le interrumpió Mariano.
- ¿Cómo es eso? Justo es el amigo a quien fui a visitar ayer... - comentó Neptuno. - Entonces, no se hable más. Decidido está. La boda se celebrará a las doce de la noche - Mirando a unas doncellas les ordenó: - Llamad a todos los reyes de los alrededores, a todos mis amigos para que asistan al evento... -
Y así se casaron. Fueron felices y comieron muchas perdices, o en este caso arenques. Si no os habéis creído esta historia, id al Océano Índico y preguntad a una ballena con barba quién es y para quién trabaja. Ella os volverá a contestar que es un siervo de Neptuno y que trabaja de barrendero desde un millón de años.
Colorín colorete, por el mar salta un pecete.