martes, 8 de diciembre de 1992

HISTORIAS ni muy largas, ni muy cortas, sino INVENTADAS

Nota: Algunas partes han sido suprimidas por su escasa relevancia con la historia***
LA HISTORIA DE ADOLFO
Adolfo era huérfano de padre y madre. También era un niño de 11 años y muy original e imaginativo. Vivía en Madanevar, en la provincia de Nevliza. Un día, Adolfo fue a buscar a Dellíngh, en nuestro idioma, Deybisy. Que es un avirgy (un rinoceronte con alas de halcón, cola de pez y dos aletas de delfín laterales, dos patas delanteras de jirafa y las dos traseras de caballo). Le encontró comiendo unas piedras, que es su alimento. Le dijo: - ¿por qué no estás conmigo? - Deybisy le contentó que era porque él no le permitía comer granito. Lo que Deybisy consideraba un manjar.
De repente vieron una roca brillante detrás de Deybisy. Brillaba muchísimo. Cuando entonces... ¡se fastidió! Deybisy no pudo reprimirse y se la tragó de un bocado. ¿Qué clase de piedra sería? - ¡Mira Adolfo, brillo, brillo! - gritó Deybisy entusiasmado... Entonces dejó de brillar. Adolfo preocupado dijo que tenían que ir a casa rápidamente. Se decía para sí mismo que ojalá no fuera ningún mineral extraño o tóxico... Deybisy iba arrrastrando su pequeña barriguilla lo más rápido que podía, que no era mucho ya que era un avirgy. Llegaron a la cabaña y llamaron rapidamente al Doctor Aurelio. - ¡Hola!, ¿está del doctor Aurelio?- preguntó Adolfo exaltado a la enfermera. - Sí, dígame quien le llama le respondió Anacleta - Ya contestó el doctor y Adolfo le contó casi sin aliento de carrerilla que Deybisy se había tragado una piedra que brillaba muy extraña. - Ahora mismo voy para allá con los rayos intracuerpales- le contestó Aurelio.
Cuando llegó a la cabaña, Aurelio vio como la panza de Deybisy tenía la panza llena y estaba echado sobre una mesa algo debilitado. - ¿Qué ha tomado? Tiene la tripa totalmente hichada...- preguntó el doctor. - ¿Se curará doctor? - dijo Alfredo muy inquieto. El médico le instó a que fuera paciente para ver qué decía la máquina. - ¡Dios mío! ¡lo que se ha comido es un pedazo de estrella Fullar! - (La estrella Fullar pasaba dos días cada en cada siglo. Y se mantenía posada como hinotizada en lo alto de una torre: Masaltadelmundar). - ¿Y qué significa? ¿qué efectos tienes? - le gritó Alfredo. Parecía ser que cualquiera que tuviera contacto con dicha estrella caía en un profundo sueño. Debían llevar el trozo desprendido a la estrella antes de 24 horas. - ¿Y qué podemos hacer? - inquirió Alfredo desolado. - No lo sé. Tenemos que averiguar como ha caído un trozo de la estrella... - dijo Aurelio. Cuando se dieron cuenta, Deybisy ya se había dormido profundamente.
En seguida ambos se pusieron en marcha. Eran las 12 de mañana. Tenían 24 horas. No había tiempo que perder. Salieron de la cabaña en dirección a Masaltadelmundar y llegaron a un bosque bastante espeso que estaba repleto de animales peligrosos. Primero les atacó un águila. Por suerte Aurelio tenía en su botiquín de emergencia un bisturí con el que se defendieron. Después les atacó un oso y Adolfo le lanzó alcohol etílico de 90º del botiquín. Éste se fue corriendo al lago para aliviar el escozor de sus ojos a todo correr. Pero poco después volvió para vengarse con un ejército de sus amigas las abejas. ¿Qué harían ahora? Adolfo usó su brillante ingenio, y como se encontró una piedra en el suelo que no pesaba mucho, se la escondió tras la espalda. Entonces las abejas atacaron de frente. - Aurelio, ¡escóndete detrás de mí! - le gristó. Cuando las abejas estaban a punto de atacar a Adolfo, éste sacó la piedra y ¡rás! torció todos los aguijones preparados para el ataque. El oso, creyendo que eran dioses, salió corriendo despavorido.
Luego, entre una humareda que apareció de la nada, surgió un brujo al dispersarse. Se llamaba Nevaglavar, y les informó de lo que necesitaban saber. - ¿Tú sabes qué es lo que ha pasado con Fullar? - le preguntaron al unísono Adolfo algo temeroso y el doctor. - Resulta que tengo un hermano, que no es como yo. Ha capturado a la estrella y la quiere usar para sus planes maléficos - les contestó - Su plan es crear con ella nube mágica que eleve su castillo, inunde el mundo y provoque mi muerte. Una vez hecho ésto, resucitará a los muertos y les hará sus exclavos... -Entonces, ¿todo moriremos? - preguntó aterrorizado Aurelio. - Por desgracia sí, a menos que alguien haga algo... - le contestó Nevaglavar resignado... - Yo no puedo ni si quiera acercarme o moriría desintegrado. Ha intensificado la energía de Fullar, lo que es mortal para los magos - continuó explicando. - Pero vosotros sí que podéis. Os voy a dar dos amuletos que os ayudarán. Son dos estatuillas mágicas. Deberéis decir <> y lo harán - De repente, Nevaglavar desapareció dejando en su lugar una carroza con dos caballos grises. En sus manos tenían cada uno la estatuilla mencionada.
Ya era de noche cuando llegaron al castillo de Saengirs. Aurelio se había quedado dormido, así que Adolfo se llevó consigo las dos estatuillas y entró silenciosamente en la guarida del malvado mago. Increiblemente estaba abierto el gran portón. Entonces le atacaron como 600 o 800 guardias. ¿O eran menos? Sí, eran 14, ya recuerdo. Recordó que llevaba las estatuas y usó la primera: - Estatua, ayúdame: quiero que no haya ningún guardia en el castillo. - Y así se hizo. Estos desaparecieron de repente a la vez que la estatuilla que agarraba entre sus dedos. Simplemente se desvaneció.
En la lejanía oyó una voz atronadora ronca como la noche: - Ja ja ja, te esperaba - se oyó. De repente, Adolfo notó como su cuerpo no le respondía y se elevaba por arte de magia. Sin saber como, se vio en una celda encerrado. - ¡Sal cobarde! - gritó con rabia Adolfo. Entonces apareció Saengirs muy satisfecho y le dijo que estando él apresado nadie podría ayudarle ya que Aurelio estaba bajo un hechizo de sueño. Adolfo pensó que tan sólo le quedaba una estatuilla y no era suficiente. ¿Qué podía hacer? Se le ocurrio una idea brillante: - Estatua, ayúdame: Haz que aparezcan en mi bolsillo dos estatuillas idénticas a ti. - Y así fue. Notó como estaba algo más abultado el bolsillo que antes tocaba con su mano mientras pedía el deseo. Era su única baza, el factor sorpresa. Quedaba poco tiempo. Debía de darse prisa. Así que formuló sus dos últimos deseos: - Estatua, ayúdame: quiero ser mucho más poderoso que Saengirs. Estatua ayúdame: quiero estar fuera de esta celda. - gritó. Deseos cumplidos.
Estiró su brazo y de él surgieron una serie de relámpagos que abrasaron a Saengirs que fue convertido en polvo mientras se retorcía de dolor gritando. Al momento, apareció Fullar sonriendo de una celda contigua a la suya. Adolfo le narró todo lo acontecido y Fullar llevó en su cola a Adolfo velozmente a la cabaña donde se encontraba Deybisy. Fullar atravesó su cuerpo y recuperó el trozo que había sido engullido por el extraño animal. Cuando el reloj daba las doce Fullar se despedía de Adolfo. Cuando Deybisy despertó y preguntó que había pasado, Adolfo se limitó a contestar que era muy largo de contar mientras reía aliviado y contento a la vez. Apareció Aurelio que había llegado en el carro al ver que quebaba poco tiempo y les miró a los dos feliz por ver que estaban bien.
Adolfo se quedó un mes dormido de lo agotado que estaba por el esfuerzo. Cuando despertó no había resto de sus poderes. Aunque no le importó porque Deybisy estaba bien y era lo único que le importaba.
FIN
LA SIRENITA CLARA
Érase una vez una sirenita llamada Clara. Era hija de Neptuno el Rey del Mar. Estaba enamorada de un joven sireno muy guapo... El problema era que su padre, Neptuno, no le dejaba casarse porque él no era un príncipe.
Un día Neptuno tuvo que marcharse de viaje para ver a un amigo de su infancia. Éste le dijo a su hija: - Clarita, tengo que irme de viaje. Te quedas de responsable del reino entero - Acto seguido ordenó que le prepararan su carruaje real compuesto por una caracola gigante tirada por cuatro bellos caballitos de mar.
Al marcharse, Clara acudió a ver al joven que amaba y le dijo: - Mariano, mi padre se ha ido durante un tiempo, quiere estar con un amigo. Así que podremos vernos más a menudo- Le propuso que fueran a jugar al dominó que de caracolas de mar. Consistía primero en colocar el primero éstas colocand un cuadrado y después un círculo. Se marchó presta a sus aposentos y se puso muy arreglada. De repente oyó: - ¡¡¡¡Catacráck!!!! - y cayó al suelo rodando. Se levantó con muchas dificultades y miró por la ventana. - ¡Por las barbas de mi padre!- gritó. Veía a unas enormes ballenas azules atacando su reino. Nadó rapidamente sobre las escaleras hacia abajo y al salir de la torre vio como se llevaban como exclavos a sus servidores y también a Mariano. Al ver la dantesca imagen se desmayó.
El resto de la guardia no apresada, llegó y le llevó a sus aposentos. Al despertar se vio rodeada de sus doncellas que le preguntaron si ya estaba mejor. Ella asintió y quedó cayada esperando la explicación de lo que había sucedido. - Han sido las ballenas que nos han atacado vilmente. Se han llevado a casi todos nuestros siervos y su novio - Entonces ordenó a la guardia restante que se presentara fuera para ir a salvar a las sirenas y sirenos que se habían llevado las ballenas.
Una vez fuera se dirigió a los soldados y les dijo: - Vamos a ir a rescatar a los habitantes del reino que esas odiosas ballenas han capturado. Vosotros id a salvad a los habitantes que yo iré a salvar a Mariano mi amado -
Llegaron a la puerta del palacio de las ballenas. Y los guardias, con sus arpones, la abrieron. Entraron y vieron a sus enemigas preparando el banquete para cocinar a sus prisioneros. - Vosotros matad a las ballenas y llevad a los sirenos al reino - ordenó la sirenita. Se fue rapidamente nadando hacia las madmorras. Pero Mariano no se encontraba allí. Clara se echó a llorar y gimió: - ¡Ojalá estuviera aquí mi padre! -
Salió del palacio y vio a lo lejos a Mariano. Era llevado atado por las ballenas en sus lomos. Intentó nadar más rápido pero no consiguió alcanzarles. Se dirigió a los soldados que ya iban de camino con los rescatados de vuelta a su reino y volvió con ellos.
Al día siguiente, pidió una escolta para ir a buscar a su amado. Cogió su carruaje favorito tirado por cuatro bellos delfines. Llegaron a la oscura y tenebrosa cueva hacia la que le habían informado se lo habían llevado. Bajó del carruaje y le dijo a los soldados que quedaran haciendo guardia; que ella volvería, e insistió en ir sola cuando un soldado le pedía: - Pero Alteza, ¿cómo vamos a dejar que os adentréis sola en esa cueva tan peligrosa? Vuestro padre no nos lo toleraría... -
- No insistáis, quedaos aquí que volveré pronto - les reprendió Clara. Pasados unos minutos, la princesa ya estaba dentro de la cueva. Y vio un poco de luz a lo lejos. La princesa pensó en volver atrás, pero con solo recordar a Mariano sintió las suficientes fuerzas para seguir adelante. Llegó a la Fuente de esa luz. Era un pez lámpara que estaba preso en una pequeña jaula y allí estaba apuntándole una ballena con un pez sierra y detrás pudo reconocer a su novio sin conocimiento. La ballena le dijo: - Si quieres rescatarle, antes debes vértelas conmigo - Clara empezó a golpear con su cola a la ballena y ésta la atemorizó con sus feroces dientes. La ballena intentó morder a Mariano, pero Clara, aprovechando que la ballena estaba de espaldas le pegó un coletazo y esta perdió el conocimiento.
Al poco rato el cetáceo se despertó sin saber dónde estaba ni quien era. La sirena ya había desatado a Mariano. Ya se iban cuando la ballena les preguntó: - ¿Quién soy? - Clara le respondió orgullosa: - Eres un siervo de Neptuno y trabajas como barrendero del reino limpiando todas sus calles -
- Bueno, pues entonces me voy con vosotros que no recuerdo como se llega... - dijo la ballena.
- Cuenta hasta cien despacio y luego te vas para palacio - le dijo Mariano. La ballena asintió.
Al salir de la cueva, vieron a los soldados firmes y justamente en el sitio donde Clara dijo que se quedaran. Llegaron a palacio y allí estaba ya su padre que había regresado. Neptuno les dijo: -¿Qué hace uno de mis siervos contigo? - Mariano respondió: - Clara me ha salvado la vida - Entonces Neptuno preguntó sorprendido comentando que se supone debía de ser al revés. Pero comentó que se alegraba porque estaba muy orgulloso de su hija por todo lo acontecido. Tanto que dijo le concedería el deseo que ella quisiera.
Clara, sin dudarlo ni un instante dijo: -¡Casarme con Mariano! -
- Pero él no es digno de ti. No tiene sangre real - le reprochó Neptuno.
- Majestad, yo creía que vos lo sabíais. Soy el hijo del Rey Oñaco, del Mar Mediterráneo. - le interrumpió Mariano.
- ¿Cómo es eso? Justo es el amigo a quien fui a visitar ayer... - comentó Neptuno. - Entonces, no se hable más. Decidido está. La boda se celebrará a las doce de la noche - Mirando a unas doncellas les ordenó: - Llamad a todos los reyes de los alrededores, a todos mis amigos para que asistan al evento... -
Y así se casaron. Fueron felices y comieron muchas perdices, o en este caso arenques. Si no os habéis creído esta historia, id al Océano Índico y preguntad a una ballena con barba quién es y para quién trabaja. Ella os volverá a contestar que es un siervo de Neptuno y que trabaja de barrendero desde un millón de años.
Colorín colorete, por el mar salta un pecete.

3 comentarios: